A nuestra llegada a Santiago, el calor nos derretía y no había modo posible de mitigarlo, la tónica de los días era un sol de justicia con 35 grados a la sombra y nosotros en busca de departamento, pateando todo el centro.
Un día que no podíamos más, hicimos un breve receso para saborear un helado, el mío fue fácil, le quería de frutilla (fresa), pero Fer quería uno de nata.
Había que cancelar la cuenta antes de que te sirviesen los helados, en un mostrador distinto, una vez superamos estos obstáculos, fuimos a donde la heladera y le pedimos uno de frutilla y de nata, ¡la cara de la mina era para grabarla!
Chica: ¿de qué?
Fer: De nata.
Chica: y eso, ¿qué es?
Fer: pues me da igual, dame uno blanquito...
Chica: ahh ¿natural?
Fer: ¡No!, blanquito
Chica (y todas sus compañeras): carcajadas sin parar.
Fer: -todo colorado- ¡quiero un helado blanquito!
Después de unos minutos, los dos nos fuimos encantados con nuestros helados, natural y de frutilla.

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